8 may 2011

OUKA LEELE


Bárbara Allende (Ouka Leele), 1957, Madrid

1980 Gral. Redor, Madrid. 1983 Premio ICARO de Artes Plásticas Diario 16, Madrid. 1988 Ouka lele pour Philippe Model, Fondation Cartier, París. 1990 D’un art, l’autre (colectiva), Centre Vieille Charité, Marsella (cat.)- Cuatro direcciones. Fotografía Contemporánea Española (colectiva), Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Madrid (cat.) 1994 Mujeres (colectiva) Fundación Arte y Tecnología. Madrid. (cat.). 1998 Spain is Different (colectiva), University of East Anglia, Norwich, Reino Unido (cat.). 2001 La Casita del Bosque, I Bienal de Valencia. 2003 Ouka Leele en Blanco y Negro, Castillo de San José de Valderas, Alcorcón, Madrid. 2004 Premio de Cultura de la Comunidad de Madrid. 2005 Estelas, Colegio de Arquitectos de León- Miradas de mujer (colectiva), Museo Esteban Vicente, Segovia.
Obra en colecciones públicas: Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Madrid. Fondation Cartier, París. Fundació “La Caixa” , Centro Andaluz de la Fotografía, Almería.
Una mirada formada en la tradición de la pintura está en el origen de una obra que aúna fotografía y pintura, modernidad y tradición. Uno de los aspectos que más fuertemente caracteriza la obra de Ouka Leele, es la utilización de la pintura, acuarela, sobre sus fotos en blanco y negro, consiguiendo unos colores ácidos, generalmente muy fuertes, que dotan a sus imágenes de un aspecto irreal y artificial. Desde 1979 con su serie Peluquería, el retrato será uno de los géneros favoritos, fotografiando en las últimas décadas a artistas, políticos, intelectuales y amigos. En estos retratos siempre realiza una puesta en escena muy personal, a veces dramática, a veces surrealista, utilizando objetos, disfraces y creando situaciones llenas de simbolismo, fuertemente alegóricos.

La búsqueda de la belleza se encuentra en el centro de su argumentación dramática, al igual que una especie de narratividad muy subjetiva, que se refuerza al utilizar personajes de su entorno cercano o cuando se trata de autorretratos. De tal forma que al espectador siempre le parece estar asomándose a un fragmento de una narración, a un mundo de cuya intimidad es ajeno.

La historia de la pintura está presente en unas obras llenas de alegorías de mártires, con corazones atravesados por dardos de amor y símbolos religiosos, posturas de éxtasis, y también por sus puestas en escena que, a veces, nos llevan desde el clasicismo al surrealismo, y en ocasiones rozan lo naïf, llenas de una ingenuidad imposible.

En imágenes como El Beso (1980), el aspecto surreal junto a esa necesidad de destapar, de mostrar lo que las imágenes ocultan, se hace evidente, haciéndonos patente que la superficie de las imágenes y de las cosas suelen ser engañosas. La intención básica de crear, de crear belleza, de construir un mundo propio con destellos públicos a través de una estética característica, es la apariencia de toda esta obra, de hace ya más de 20 años, pero detrás de esa superficie , podemos encontrar una cierta realidad, la imagen arquetípica de un momento histórico de Madrid y de la situación psicológica de toda una generación. Sus retratos han sido la imagen de la “Movida Madrileña”, un arquetipo que la artista ha luchado por superar con su obra, y a la vez desarrollar las facetas estética de su trabajo, madurando hacia una estética más barroca y recargada, cada vez más poética.

PALABRAS DE LA ARTISTA:

“Al principio, alguna gente se burlaba de mi obra”, se confiesa, “diciendo que no hacía verdaderas fotos, pero precisamente por eso luego he servido de puente entre los dos artes: fotografía y pintura. Cuando expuse en el MEAC, mi obra sirvió para que la fotografía entrara conmigo en el museo”. Un éxito por el que sintió un “miedo horrible”, que la impulsó a esconderse durante un tiempo.

Cuando empezaba no era consciente de la diferencia sexista que hay en el trabajo. Ni me importaba ni me preocupaba. Actuaba por intuición y quizá por ello me cambié el nombre; era más fácil que ponerse un bigote. Me tocó una época muy buena. En los 80 creo que las mujeres teníamos cabida en el mundo del arte. Incluso sobresalían nombres como Sybilla, Ágatha... Ahora es cuando me doy más cuenta que entre todos los Premios Nacionales de Fotografía que hay, yo soy la segunda mujer en haberlo recibido. La proporción es totalmente descompensada. Y esto me da qué pensar. Sí que creo que las mujeres tenemos que ser buenísimas y que a los hombres no se les exige tanto. Pero en el mundo del arte no creo que el sexo sea lo más importante. Lo que importa es la expresión. Creo que las voces de las mujeres ahora mismo interesan muchísimo, son voces más nuevas hablando a un mundo que se feminiza día a día. Es decir, que se humaniza.

Mi tema favorito es la belleza. Intento acceder a ella y todas mis fotos son intentos. Si consiguiera alcanzarla y plasmarla del todo, creo que habría llegado a mi meta. Pero todavía me queda mucho camino.

Yo hago una diferencia entre el arte ornamental que podría estar en tiendas de decoración y el arte que hace temblar el corazón, el arte que cura y que nos hace sentir que hay algo más que la realidad pura y dura.

Los hijos aparecen en nuestras vidas como verdaderos maestros cuyas enseñanzas se basan en el amor. Y no podemos estar ciegos ante lo que ellos nos quieren decir. Por eso a veces se me ha hecho díficil las horas en que mi trabajo me ha impedido estar cerca de ella, pero tengo mucha suerte pues trabajo mucho en casa, he viajado mucho con ella y siempre me han preocupado las madres recién paridas yendo a la oficina. Se me desgarra el corazón. Algún día estarán las oficinas llenas de bebés, alegrando la vida a los trabajadores, aportando calidez, realidad y humanismo. Me lo imagino aquí, ahora mismo, en esta redacción, y pienso que influirían en que las noticias fueran más alegres, más positivas y más esperanzadora


OBRA







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